Nuestro proyecto educativo

MISIÓN

¿QUIÉNES SOMOS?

Somos un colegio confesional católico de iniciativa social, accesible a todos los niveles socioculturales, que tiene por titular a la Fundación Padre Marín Triana.

OFRECEMOS

Ofrecemos formación integral basada en la excelencia que capacite a nuestros alumnos para desenvolverse con éxito en la sociedad, y contribuir a mejorarla con espíritu crítico y sentido de la responsabilidad; proponemos una educación en la que la persona, a la que acompañamos en el desarrollo de su conciencia cristiana, sea el centro; promovemos el diálogo fe-cultura-vida, e integramos a las familias en nuestra misión educativa.

CONTAMOS

Para cumplir esta misión contamos con un personal docente identificado con nuestro ideario.

VISIÓN

¿A DÓNDE VAMOS?
Queremos ser un centro reconocido por:

VALORES

Para alcanzar los objetivos que nos hemos propuesto
el Colegio Safa-Grial fomenta, en toda la Comunidad Educativa, los siguientes valores:

PROYECTO EDUCATIVO

Como colegio católico nuestro proyecto educativo debe estar fundamentado en la antropología cristiana que se caracteriza por:
1. CONSIDERAR al hombre como persona, creado a imagen y semejanza de Dios.
2. ACENTUAR la responsabilidad de irse construyendo día a día a lo largo de toda la vida.
3. PROPONER un modelo de persona que busca configurarse con la imagen de Jesucristo.

“Educar es enseñar a pensar hondo, a querer con eficacia, a amar con intensidad”. (P. Tomás Morales)
Nuestro proyecto educativo tiene como meta contribuir al desarrollo de la personalidad de cada alumno. El alumno debe ser para toda la comunidad educativa una persona singular, única e irrepetible, proyecto de Dios, cuyo crecimiento es tarea permanente de la labor educativa.El educador desempeña un papel decisivo en este proceso
Una educación integral como la que proponemos, posibilita un proyecto de vida estable capaz de mantener al educando, una vez finalizada la etapa de formación académica, en una unidad de vida que le haga capaz de vivir con pasión el presente pero en un compromiso hondo con su futuro.
En el proceso educativo la existencia de la persona como un todo unificado y armónico requiere el trabajo de las siguientes dimensiones :
● Cognitiva
● Tecnológica
● Estética
● Afectiva-volitiva
● Social
● Ética
● Religiosa

CLAVES DE NUESTRA ACCIÓN EDUCATIVA

En nuestro centro la persona se convierte en piedra angular de toda la tarea educadora. De ahí que nuestro proceso educativo sea a la vez un proceso de personalización a través del cual se crece en humanidad.

Concebimos el proceso de enseñanza-aprendizaje como un proceso dinámico en el que el educando es el protagonista, por lo que pretendemos suscitar en él una respuesta positiva y responsable. Al principio, esta tarea empieza siendo ayudada desde el exterior, es heterónoma; progresivamente el alumno va logrando independencia en el proceso educativo hasta adquirir mayores niveles de autonomía.

Los profesores, facilitadores de la tarea, desempeñan un papel insustituible mediante la ayuda al alumno para gobernarse a sí mismo, respetando su libertad pero motivándole desde las razones que impulsan para actuar.

En nuestra propuesta educativa la educación “en” y “para” la libertad se apoya en los siguientes pilares: a) capacidad de autodominio, b) preocupación por los demás, c) cumplimiento del deber. Estos tres pilares se sustentan a su vez en el cultivo de la responsabilidad.

Se trata de motivar al alumno para que progresivamente vaya asumiendo la responsabilidad de su autoeducación y comprendiendo que en esa misión nadie le puede suplir.

Enseñar a pensar bien, implica tener a la vista los tres ámbitos fundamentales a los que puede dirigirse el pensamiento, sin excluir ninguno: la realidad externa (no solo física, natural, sino también las otras personas); mi realidad interna y a Dios. Supone, igualmente, educar la mirada intelectual para eliminar prejuicios y saber descubrir lo esencial en las cosas, en los problemas, en las situaciones de la vida, más allá de las apariencias, de lo accesorio. Se trata de enseñar a discernir, a comparar, a trascender. Finalmente, implica la formación de la conciencia.
Dentro de este último ámbito, cobra especial importancia educar la dimensión de la reflexión. Esta abarca la formación del juicio crítico para dar respuesta a la realidad social sin dejarse manipular por las ideologías predominantes; y fomentar, desde el respeto, la crítica constructiva y conducente a la acción. Pero, sobre todo, se concreta en la búsqueda del modo específico de obrar bien teniendo en cuenta las circunstancias particulares en que cada persona tiene que actuar.

Reconocemos el esfuerzo como elemento constitutivo del aprendizaje y como garantía de progreso personal. En nuestra sociedad es de enorme importancia que los alumnos tomen conciencia de que el esfuerzo personal genera un alto grado de satisfacción y hace crecer como personas.
Si el entusiasmo es motor que impulsa a la superación, a medida que sepamos crear un clima de entusiasmo en el aula y en el centro, estaremos cautivando a nuestros alumnos para que interioricen esta cultura del esfuerzo.

Una comunidad educativa que vive en comunión eclesial hace de la convivencia la ocasión cotidiana para vivir su vocación de servicio, desde la conciencia de que la fe es la fuente más profunda de la que se nutre la entrega a los otros.
En un clima de unidad, todos los trabajadores de la FPMT nos ayudamos con el ejemplo, compartiendo las alegrías y las dificultades y todo aquello que nos hace sentirnos miembros no sólo de un mismo centro, sino de una «familia» donde somos acogidos y todos nos implicamos responsablemente.
La armonía en nuestras relaciones es fundamental para poder educar a nuestros alumnos desde esta clave, pues siempre y en primer lugar educamos con nuestro ejemplo.
Una educación que cuida de los pequeños detalles, que cultiva la alegría y el entusiasmo, que propicia de la participación activa desde una cohesión en valores y normas, que acepta y respeta la autoridad prepara para insertarse socialmente con una actitud de servicio en cada acontecimiento de la vida.
En nuestro colegio vivir al servicio de los demás supera los límites del centro para abrirse a la transformación del mundo desde los valores del Evangelio no sólo mientras dura la etapa escolar sino sobre todo cuando acaba, de modo que tratamos de preparar personas que entiendan su profesión y sus cualidades personales como bienes que deben poner a disposición del bien común, en el contexto de la realización de su propia vocación.

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